Lágrimas sobre papel

Escribir es parte de mí y no puedo dejar de hacerlo. Una vez tomo un bolígrafo, no puedo soltarlo hasta no ver las letras llegar a un punto final. Con errores, tachones y muchas lágrimas arrugando el papel y corriendo la tinta, cada noche escribo palabras con una única destinataria. Y aunque ella nunca lo sabrá, cada madrugada cuando la luna empieza a esconderse tras el oscuro roble creando aterradoras sombras en el suelo, su nombre y su rostro se manifiestan en mis letras: en la tilde de la í, en la curva de la a, y en el punto que siempre dejo abierto por si en algún momento deseo continuar martirizándome con la misma historia.

Y por supuesto, llega el día siguiente y me avergüenzo de mis letras, de escribir al vacío esperando un futuro imposible. Y rompo las letras que nunca debieron ser plasmadas, sin dejar constancia de ellas. Nunca llegarán a ser leídas. Lo que cada noche escribo para ella, cada día se convierte en el más espantoso temor: El temor a que me lea. Porque hay escritos –como este- que pueden hacerse públicos con carácter netamente literario, esperando que quien lo lea piense que es parte de la mente imaginativa de un autor sin nada que hacer, sin entender el sufrimiento que conlleva escribirlo. Pero otros que llevan su nombre en cada palabra nunca deben ser leídos, por su bien y por el mío.

Y luego llega la noche, con errores tachones y lágrimas sobre las letras corriendo la tinta y arrugando el papel…

Originally published at www.gersonlazaro.com on December 21, 2014.