Sus ojos, en tiempo ante-pospretérito

Gerson Lázaro C.
3 min readJun 19, 2015

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Desde el primer momento supe que era para mí. Sus ojos y su mirada, sus labios y sus besos, ella y su malsana costumbre de amarme. Era perfecta, si, era perfecta. Me miraba a los ojos y conocía entonces la inmensidad del universo, tomaba mis manos y la unión forjaba lazos que no debieron quebrarse nunca. No, nunca debieron quebrarse.

Pero ya no están sus ojos. Ya no concibo la grandeza del universo, porque ella y solo ella era mi universo. Ahora todo es oscuro, ya no hay sol que alumbre mis días, ni estrellas que guíen mi camino. No, no hay estrellas; no está mi estrella. No he cambiado mi forma de ser, el mundo cambió su forma de ser conmigo. Desde que ella no está solo hay sombras, selvas de cemento, valles de niebla y el más puro olor a muerte. Niebla y muerte.

Recuerdo aun nuestro primer beso. Que noche tan fría se instalaba a nuestro alrededor al ritmo de la lluvia aproximándose ¿Pero que más daba? Éramos felices, totalmente felices. Hablábamos de cosas sin sentido y ella le daba el sentido a cada cosa hablada. Sus manos cubrían las mías siendo conscientes que nuestros labios se llamaban sin decidirnos a romper el hielo. Finalmente la tensión cedió, la tranquilidad de sus ojos incitó a la indiscreción de mi boca a perpetrar un asalto en el tesoro de su rostro. Nos besamos olvidándolo todo, convirtiéndonos en uno solo como siempre debió ser. Como siempre debió ser.

¿Y qué puedo yo hacer sin ella? Desde aquel beso su alma y la mía eran una sola y aquello que se une, no puede dividirse sin heridas. Mi alma, lo que queda, sigue atado a ella, la anhela, la siente, la espera y la vive. La ama. La amo. Que tortura es estar sin ella, que martirio abrir los ojos y encontrar la cama sola, el cuarto solo, el mundo solo. La extraño. Debería estar aquí, debería abrir los ojos y encontrarla a mi lado, para luego no cerrarlos nunca más.

Cuando llegó septiembre llego el calor, el sol intenso, el tiempo fuerte, su risa radiante y su voz anhelante. Parecía no sentir el clima, siempre reía como si estuviese suspendida en otro espacio, inmóvil, pulcra, bella. Así era ella. No importaba nada porque la tenía a mi lado, me besaba y comprendía el secreto de la vida escondido en sus lunares; me abrazaba y disfrutaba de un viaje esplendido del Hades a las pléyades, del infierno al firmamento, de la nada hasta ella que lo era todo. Si, ella lo era todo.

¿Cómo pude perderla? ¿Cómo pude condenarla? Siento sus manos aun sobre mí, pero ya no me abrazan ni acarician. Ahora me amarran, me aprietan intentando ahorcarme y despierto sobresaltado. Pesadilla tras pesadilla, infierno tras infierno, caída tras caída. No puedo más. No, no doy más.

Todo fue perfecto por un tiempo, pero empezó a cambiar drásticamente, cuando su agresividad salió a flote. Ese fuerte temperamento que antes me enamoraba, ahora me preocupaba. Parecía no tener límites. En algún instante sus suaves caricias se convirtieron en sendos golpes. Yo no estaba dispuesto a aceptarlo, pero ¿Quién podría resistirse a sus dulces labios pidiendo perdón? Nadie podría. Al menos yo no pude. Tal vez habría sido mejor decir adiós en ese momento. Pero tanto la amaba…

Aquella tarde nunca debió llegar o yo nunca debí existir. Sus ojos despedían fuego mientras sus manos temblaban. Estaba realmente furiosa, injustamente. ¿Había espacio para los argumentos? No, el cuchillo en su mano no lo permitía. Nunca supe cuál fue la causa, pero debió ser grave para querer matarme. Ella no era así. Ella no era así. No era así. Me amaba. La amaba. Ella no era así. Se lanzó sobre mí con ardiente furia pero sin la convicción suficiente. Alcance a tomar su mano y forcejear con ella. Luego todo fue confuso. Yo no la maté. Fue en defensa propia. Yo la amaba. No, yo no la mate. Yo no la mate.

Miro las nubes y digo ¿Por qué tuvo que ocurrir? La vida es muy injusta. La divina providencia no puede ser tan divina si permite perpetrar actos en contra de unos ojos que emanaban vida. Ella emanaba vida. Escribo esto como constancia de que en este mismo momento parto a buscarla allí donde esté…

*Historia ficticia

Originally published at www.gersonlazaro.com on November 1, 2014.

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Written by Gerson Lázaro C.

En mis ratos de cuenta cuentos, publico por este medium. En mis ratos tecnologicos, en www.gersonlazaro.com

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